lunes, 2 de marzo de 2009


Mientras observaba a lo lejos el ocaso con los ojos cansados, cabizbajos, tercos y lúgubres, con el sudor de mi cabeza haciéndose presente, mis labios queriendo sonreírle a la vida procuraban ocultar las miradas preparativas y maliciosas, nadie pudo percatarse entonces de lo planeado, la destrucción del sol era inminente, procuramos entonces alejarnos para que nadie nos descubriese, tranquilos, era imposible disimular los nervios, las miradas, las canciones y los cálculos de tiempo previamente establecidos, disminuir la tensión en las miradas resultaba impensable e inverosímil aunque lo intentásemos, pensándolo bien ahora me resulta lamentable la idea de impedirles a los personajes desarrollar su misión en la historia, su razón de vida, su motivo de existencia. Debido a lo anterior fue que a pesar de tomar la fotografía y lograr distinguir a los miserables bastardillos que planeaban con sorprendente astucia su victoriosa matanza y posterior asesinato de mí persona, comprendí que no debía tener el proceso, no debía entrometerme y mucho menos inmiscuirme, debo claro reconocer que la curiosidad asechaba, esa curiosidad vanidosa que rogaba por saber como se producirían los sucesos, resulto para mi sorpresa, que enterarme del final de la historia no era interesante, peor aun, me alejaba de las maravillas de la vida, la incertidumbre, la incógnita de saber que pasara al siguiente día abruptamente desaparecía, de la misma forma perecía la felicidad. Benditos sean estos seres grite, par de promiscuos y libidinosos monstruos vestidos de seres humanos, benditos. Observamos las dificultades del objetivo para respirar, su mirada perdida y su cuerpo casi atrincherado en el comedor, era obvio que esperaba su momento, como todos lo hacíamos, no obstante cada vez mas rápido la noche se mostraba en velocidad de caída libre, y nuestra misión, la llamada “destrucción solar”, se acercaba a paso veloz, al igual que la nueva creación de vida inútil, pero esperanzadora. Finalmente nos dividimos por la mitad, maliciosamente quisimos respirar un aire nuevo, no mejor ni peor si no distinto, la mitad de todos, tan solo la mitad, convertiremos la mirad de las personas en una sola realidad, cuando la mitad de la noche y el día en su final, se encuentren nuevamente disfrazados de mitad.

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